<%@LANGUAGE="VBSCRIPT" CODEPAGE="CP_ACP"%> Martín
 

MARTÍN
 
Källs Nöbbelöv, Sweden
Madrid, Spain


Conocí a Martín hace unos 8 años a través de una lista de discusión, antecedente del face y otros sitios de redes sociales de moda en nuestros días. Terminada la etapa de exploración de esa red seguimos desarrollando nuestra amistad. En 2007 viajé a Madrid. Nos vimos por primera vez en el Café Austria, cerca de la hostal donde me estaba quedando. Pasé lindos días en su compañía y luego seguimos nuestra amistad vía mail.

En enero (2010), en una de mis cartas me ofrecí a tejerle un gorro, he aquí lo que contesto y su impresión cuando recibió el paquete:

"Esperaré mi gorro de alpaca marrón con grandes ilusiones. Nunca he tenido un gorro de lana tejido para mí. Los pocos han llegado a mis manos por oscuros senderos, incluyendo uno gris, que el año pasado encontré caído en la vereda y cuando me lo quise probar resultó tan grande que me tapaba hasta la nariz y las orejas. Sacando la cuenta, debió de ser de una chica que llevaba el pelo muy largo... o lo usaba tan flojo que el viento se lo llevó.

El callejón que pasa delante de la Residencia, con esa profunda hondonada y el paredón de 200 metros que va de una loma a la otra, es un verdadero túnel de viento por donde vuela de todo. En estos días de tormenta siempre me temo salir a la calle y ver pasar volando por el aire a una abuela de las que viven puerta por medio, en el pabellón de pisos tutelados. O en su defecto, alguna peluca."

Querida Xi:

Aquí ha llegado, tan rápido y ligero que más parece hecho de plumas de mariposa, que tejido con lana de alpaca.

Y ¡qué gracioso! Cuando abrí el sobre marrón y adentro, en lugar del gorro esperado había un paquete de papel de seda azul con un moño dorado. Y adentro del paquete, un gorro de un color que nunca me hubiera soñado. Y dentro del gorro, donde al tacto imaginaba –esperaba– encontrar una carta de amor... ¡Había un dulce!

El gorro me lo he puesto inmediatamente y me ha cambiado completamente el rostro; el dulce no me he atrevido a abrirlo todavía, para preservar la emoción de la sorpresa y prolongar el deleite imaginario del perfume.
Y una confesión adicional: acertaste al no ponerle un pompón en la punta, como tienen los gorros convencionales. Por alguna razón irracional e irrazonable, les tengo fobia a los pompones de los gorros de lana.

El último gorro que compré –hace unos años, negro y que perdí al poco tiempo– extravió su pompón de un rápido y filoso tijeretazo. Y otro que encontré el invierno pasado en la calle y que el viento se me llevó para siempre los otros días, vino de origen sin pompón. Debió pertenecer a una mujer que llevaba el pelo muy largo, o a un elefante friolento, porque a mí me quedaba en la cabeza como una bolsa de compras calzada boca abajo. El viento de la esquina de la Biblioteca se lo llevó de un manotazo invisible y lo hizo desaparecer, tal vez en alguna azotea vecina o en el techo de un autobús que pasaba en ese momento por ahí. ¡Yo que me río en la calle de las señoras del barrio, que parecen todo el tiempo a punto de ver salir volando sus pelucas!

De modo que ahora puedo salir con la cabeza más caliente y las ideas más abrigadas de todo Madrid, ocultas a la mirada de curiosos e impertinentes. Al tacto parece de seda, cosa que siento de manera especial en las orejas y en la frente. Se adhiere a mi cabeza como si lo hubieran tejido allí mismo, con mi propio pelo, y no en un paraje desolado de Suecia, con cuatro agujas.

Volveré a ponerle pilas a la camarita fotográfica que hace años que no uso, y pediré a alguna de las auxiliares de la Residencia que me saque una foto, para mandártela. Verás lo que te digo con eso de que me cambia la cara: hasta se me ve el color de los ojos, que normalmente están cubiertos de sombra.

Los otros días me preguntaba por qué en vez de leer los libros en papel, como me gusta tanto a mí, con un lápiz en la mano para tomar notas en los márgenes, a vos te complace tanto que te los lean en voz alta, cosa que yo no soportaría por más de tres minutos seguidos. Es que vos tenés un cerebro artístico, plástico, visual, sensorial, mientras que el mío es verbal, analítico, matemático, inclinado a las intrincacidades de la lógica sentencial y los diagramas de Boole y el lenguaje HTML y otras abstracciones por el estilo.